Kasandra presentía su destino

06.02.2016 00:19

Kasandra era un joven hiperactiva y muy alegre; soñadora desde niña, en sus veintes mantenía una esperanza y jovialidad que contagiaba hasta al más grande de los amargados, sus padres lucharon durante años para enseñarle a comportarse en sociedad, a no ser tan hiperactiva, a que prestara más atención a las reglas sociales, pero Kasandra no escuchaba; ella nació con una cualidad que pocos tenían, ella presentía su futuro, se adelantaba a los acontecimientos y sabía lo malo de sus decisiones antes de tomarlas, por eso su intuición jugaba un papel tan importante en su vida.

Comenzó con cosas pequeñas, por ejemplo presentía dos minutos antes de que su madre llegara, como esta abría la puerta; o también cuando prestaba mucha atención a la carretera visualizaba un accidente, que prontamente se manifestaría más adelante en la vía. A pesar de esta habilidad la pequeña Kasandra nunca perdió su optimismo, tenía una conexión fuera de lo común con la naturaleza y amaba a los animales. Irreverente, como su nombre que no respetó las reglas ortográficas al plasmarse en papel, Kasandra se aburría en las fiestas de sociedad; mientras las otras chicas buscaban esconderse con su novio por ahí ella se aislaba para leer, en la cena prefería conversar con los amigos de sus padres – muy a pesar de sus reproches – y solo tenía dos amigos en quienes confiaba.

Con el estatus de Kasandra el matrimonio era una práctica obligatoria, sus padres la habían prometido al joven Gabriel desde antes de su nacimiento, esos noviecitos de toda la vida con quienes crees que tendrás una vida acomodada, pero Kasandra presentía su destino y sabía que si bien ella no escogió a Gabriel, la vida lo escogió para ella. Su alianza matrimonial era solo un refuerzo de una alianza financiera, las decisiones tomadas por las familias de ambos les garantizarían un futuro cómodo, pero Kasandra presentía su destino y sabía que la riqueza no duraría. Es por eso que Kasandra pidió permiso a sus padres para estudiar en la Universidad; ellos aceptaron, con la única condición de que debía ser una carrera bajo perfil y apropiada de una dama de sociedad; lo único que se le ocurrió a sus padres que cumplía ese perfil era Literatura, pero a Kasandra no le importó, la emoción por ir a la Universidad era mayor.

Gabriel se matriculó en Ingeniería yendo contra los deseos de su padre, no estudiaron en la misma facultad, pero sí en la misma Universidad; podían verse seguido y aunque ambos se trataban como los mejores amigos no se sentían atraídos mutuamente, su relación de noviazgo era pura fachada, pero pronto la mentira tendría que subir al siguiente nivel. Los padres de Gabriel estaban a punto de ir a bancarrota, más específicamente su padre, quien estaba acusado de estafa a cientos de sus clientes, la madre de Gabriel no lo podía creer, pero ellos aún tenían una carta bajo la manga: Kasandra. Un día antes de pedirle matrimonio él decidió contarle la verdad, a ella no le importaba mantener la farsa y aceptó casarse, fue tanta la emoción por parte de Gabriel que ahí, en ese momento, dentro de su camioneta de lujo aparcada convenientemente en el mirador favorito de ella: la besó

En ese momento para Kasandra todo cambió, ya no veía a Gabriel como ese compromiso obligado por sus padres, o como su futuro marido de mentira, comenzó a verlo con otros ojos. Era guapo, alto y fortachón, no tenía músculos de más ni de menos, solo la contextura perfecta, sí en definitiva Gabriel era bastante atractivo. Se graduaron con la promesa de sellar su matrimonio en los próximos 6 meses, todo iba de maravilla porque se estaba enamorando de su prometido, lo que comenzó como una farsa se convirtió poco a poco en algo más, pero recuerden que Kasandra presiente su destino, y tenía la idea rondando en su cabeza – y en su corazón – de que aún le faltaba una prueba por pasar.

Tan solo 4 meses antes de su boda su abuela falleció, Margarita su abuelita con nombre de flor había sucumbido al sueño eterno, la niña alegre e hiperactiva que vivía en el interior de Kasandra con la posibilidad de salir a jugar de vez en cuando quedó destrozada, Gabriel estuvo para ella en todo momento, no la dejó sola ni un minuto, y ella no pudo sino enamorarse un poco más de él cada día, cada vez. La abuela pidió estrictamente que su testamento se leyera en presencia de los padres de Kasandra, su madre no parecía ni siquiera conmocionada con el fallecimiento de su progenitora, Kasandra no entendía como su madre era tan insensible y ella tan sentimental, pero si lo que buscaba era una muestra de humanidad en aquella mujer sin duda la encontraría a continuación.

Kasandra estaba tan sumida en su tristeza que lo único que la sacó de ella fue sentir la bofetada propiciada por su madre, cuando salió de su estupor le preguntó qué era lo que sucedía, Gabriel a su lado había palidecido notablemente; cuando vio al abogado de su abuela este sonreía con sorna.

– ¿Qué está sucediendo? – preguntó con desconcierto

– ¡Que eres una desagradecida! Eso es lo que pasó  – la madre de Kasandra abandonó el despacho en compañía de su marido mientras este se abrochaba el botón su chaqueta Valentino.

– Tu abuela te ha dejado a cargo de la empresa – Kasandra volteó a ver a su prometido  y notó que este sonreía

– ¿Qué? ¿De qué hablas? – seguía sin entender nada, ella asumió que su abuela le dejaría algunos libros, un poco de ropa quizás, pero… ¿una empresa?

– Que tu abuela dejó a tus padres de patitas en la calle, la empresa que dirigían, que les permite vivir con todos estos lujos ahora es tuya

– ¡¿Qué?!

Ahora entendía la reacción de su mamá, pero ¿qué diablos iba a hacer ella con una empresa multimillonaria? Ni siquiera se había matriculado para estudiar negocios, sin duda hizo lo que le pareció más sensato

– No la quiero – Gabriel la miró sorprendido – Se la entregaré a mis padres, yo no quiero esta vida.

La cara de su prometido denotaba orgullo y amor, la besó suavemente y asintió en forma de aprobación, ella le dejaría la empresa a sus padres y ellos serían libres de irse a algún lugar remoto y vivir su vida lejos de la alta sociedad. A la mañana siguiente Kasandra pidió que arreglaran todos los papeles, sus padres, quienes nunca habían tenido más que una relación cordial con su hija no podían creerlo, pero ella solo dio una condición: “No me busquen más” y con una sonrisa salió del despacho hacia los brazos de su prometido que la esperaba en la entrada.

Kasandra y Gabriel se mudaron a una pequeña isla en el mediterráneo, ella era maestra de Literatura y el Ingeniero Civil, ambos muy valiosos para la sociedad que los acogió en ese momento, tenían una vida humilde, nada estrafalaria y totalmente diferente a lo que habían conocido en su juventud, eran inmensamente felices. Supieron por los periódicos internacionales que el padre de Gabriel finalmente había caído preso, su madre tuvo que abandonar el lugar por la vergüenza que sentía de tener un marido convicto; en cuanto a los padres de Kasandra murieron algunos años después en un accidente de avión, la herencia de Kasandra estaba ahí para cuando ella quisiera reclamarla. Kasandra presentía su destino, y sabía – como lo supo siempre – que ella no quería la vida de sus padres, que ella era diferente, y que ese sonido del mar que llegaba a sus oídos mientras ella besaba a su amado Gabriel era justo el lugar donde debía estar.